viernes, 28 de marzo de 2014

Pintar en un mural es escribir la historia; es la forma de ver el arte: Melchor Peredo


“Pintar en un mural es escribir la historia”. Esa la forma en que Melchor Peredo resume el arte de su oficio.
Lo cierto es que escuchar a Melchor Peredo nos implica una enorme cátedra de plástica, no sólo sobre muralismo, sino de la historia del color e incluso de la geografía del color.

“Es que los colores tienen voz –expresa con emoción inocultable- el color tiene mucha personalidad; por eso sabemos que hay un color mexicano que inventó Tamayo y hasta cada ciudad tiene sus tonos; en Venecia (el color) es diferente de los matices de la atmósfera griega, en Grecia yo lo que vi, allá por el Partenón, fue una atmósfera con terracota y Canadá tiene unos colores muy violentos de un azul increíble, ése nos ganó en azules a la ciudad de México”.

El hijo del cineasta Luis G. Peredo eligió una de las formas más dinámicas de la plástica, arte considerado particularmente representativo de la mexicanidad.

Para Melchor Peredo, la premisa fundamental del muralismo es respetar los edificios y no destruirlos, ser parte integral de su arquitectura. “Toda esta producción (de los grandes muralistas) tenía una característica fundamental: que estando basada en el arte egipcio, en el arte italiano, se hace como una decoración para los edificios, es decir, que la pintura mural es fundamentalmente un complemento arquitectónico. Esto es muy interesante porque el problema de la pintura nueva que se está haciendo ahora es que se destruyen los edificios, sobre todo pintándoles las fachadas, y no se les complementa con un elemento que equilibre la plástica; claro, hay momentos idóneos de la historia de la cultura plástica donde la escultura también figura; entonces es escultura, pintura y arquitectura y juntas hacen lo que se llama la integración plástica perfecta”.

Hoy día, hay sólo dos pintores que se dedican al fresco: Melchor Peredo y Arturo García Bustos, uno de los tres “fridos” que sobreviven (alumnos de Frida Khalo).

El fresco, para Melchor, “es una forma de respetar la arquitectura, porque si tú le embarras plásticos a las paredes no estás respetando la arquitectura como si pintas con materiales que son de construcción, que son la cal, los pigmentos y polvo de mármol. Entonces estás pintando con los materiales de construcción y esto hace integrarse más tu pintura al edificio, lo respeta más”.

Según los arquitectos, los edificios modernos están construidos para durar, cuando mucho, 50 años. Quizá por eso Melchor nos dice: “A mí me interesa pintar en edificios históricos, porque es la forma en que sé que se van a salvar… sobre todo si uno tiene el cuidado de no haber ofendido al edificio”.

Melchor asienta que el realismo socialista es el alma del estilo pictórico del movimiento del muralismo mexicano. “Si no existiera esta preocupación por la sociedad, por la crítica, no habríamos tenido nunca este arte tan realista, tan capaz de llegar a las masas, se hubiera perdido en un arte romántico o nihilista”.

“Diego (Rivera) hizo estas consideraciones de que el campesino ya no era esa persona relegada en la sociedad mexicana, sino que eran los héroes: el campesino es el héroe y los obreros son los héroes y esto es una posición perfectamente dentro del realismo socialista”, nos explica.

Melchor Peredo nos habla con voz antigua, rugosa como el rugido del jaguar; en su rostro de piel morena surcan arrugas de sabiduría milenaria y su mirada de águila se pierde en la lejanía mientras los recuerdos danzan a su alrededor como espíritus antiguos pero vigentes que le susurran lo que narra.

Le pregunto ¿por qué eliges precisamente el arte del mural?

“Me das pie para decir algo que es casi una confesión íntima: lo que pasa es que yo de niño crecí en la
religión católica y, entonces, sentía mucho los principios cristianos (que los sigo respetando); quizá por eso o simplemente por mi naturaleza yo tenía mucha pena por la situación de explotación de los ricos contra los miserables; entonces yo, en ese aspecto, ejercí una piedad cristiana. Pero llega el momento en que el movimiento me envuelve a través de la prensa, de la fama de los pintores comunistas y llego a la conclusión, no sé si cierta o incierta, de que lo que no había podido hacer la religión católica lo estaba haciendo el comunismo: liberar a los oprimidos, luchar por terminar con la explotación y entonces es que yo me vuelvo marxista. Claro, me puse a estudiar y lo que tú quieras, pero de corazón me volví socialista y en ese momento yo entendí que a través de la pintura teníamos un arma para poder trabajar esa lucha contra los explotadores y de esa manera liberar y también reconsiderar los valores de la gente del pueblo. Y esa es la razón por la cual yo me decidí a hacer murales desde muy chico, tendría como 14 años. Y claro, yo era ya pintor de nacimiento, desde niño me dijeron que era yo muy buen pintor y ya no pude salvarme. Me perdieron para toda la vida”.

Y al preguntarle si piensa Melchor Peredo en dejar de pintar, en el retiro, recibo un enfático y prolongado “no”. “No, como crees, no, no, no… A lo mejor el día que me muera es que me caigo de un andamio porque mis fuerzas ya no dieron más”.

domingo, 9 de febrero de 2014

“El son jarocho es ahora más que nunca una expresión de identidad”: Mono Blanco

“El son jarocho es, antes que nada y ahora más que nunca, una expresión de identidad”, nos dice, con la
 misma voz cadenciosa y cálida con la que interpreta cada pieza, Gilberto Gutiérrez, considerado por muchos el Mono Mayor.
Mono Blanco es, probablemente, la agrupación más emblemática y representativa en el contexto de la difusión del son jarocho en nuestros días. Su importancia va más allá del tema meramente interpretativo, pues su trabajo como estudiosos e investigadores musicológicos, verdaderos antropólogos del quehacer musical veracruzano, es bien reconocido a nivel internacional.
“Yo creo que en este momento el son ya ha trascendido su ámbito regional, su tierra, donde tuvo origen todo esto”, opina Gilberto y por ello enfatiza que una preocupación de Mono Blanco sigue siendo lo que sucede in situ, “en el lugar, en nuestra tierra porque, sobre todo ahora que la gente migra muy rápido, crece una camada de músicos y se van y esto vuelve a despoblarse”, comenta y, al referirse a la transmisión del conocimiento tradicional, alude con nostalgia a “esa manera en que el abuelito criaba a los nietos” y que ya no es “tan común” hoy día.
Sin embargo considera que, a pesar de todo, el son está en un buen momento, “pues ahora está en las ciudades y… ya hayson en el ámbito internacional, pues ya hay gente tocando en Nueva York, en Argentina, en España, en Inglaterra”; si bien, sobre el impacto que esta difusión tendrá nos dice que “de esto no vamos a saber qué pasa hasta dentro de medio siglo, yo creo, a ver qué prendió y qué no”, pues, considera que, “como todo, hay gente que se preocupa por aprenderlo muy bien y hay gente que nada más busca interpretar un poco para participar de los fandangos”.
A pesar de su naturaleza apacible, el entusiasmo en la voz de Gilberto va in crescendo conforme aborda el tema y nos comparte su sentir: “fíjate que el son también ya está impactando a la nueva música popular mexicana, sean grupos de rock o grupos de pop ya meten una jarana e invitan a músicos jarochos”.
Sobre estas fusiones le cuestionamos hasta dónde se distorsiona y hasta dónde evoluciona el son con ellas: “Es muy interesante este planteamiento porque ahora (con las nuevas tecnologías y la globalización) ya hay música de todo el mundo, porque ahora si se puede”.
Y nos da múltiples ejemplos: “ha pasado mucho con músicos cubanos que se unen con africanos o músicos españoles con africanos, pero también hay unos mexicanos que tocan flamenco con unos africanos que tocan su música y encuentran puntos de convergencia y obtienen muy buenos resultados; luego hay veces que hay músicos que tienen su género y que agarran de otros géneros para mezclar con su música y tienen la base de ellos y también suena interesante; y luego hay músicos que no tienen ninguna de las dos raíces de la música que ocupan para sus tonadas y estos resultados pues ya tienen que ver con el talento del músico, que muchas veces es lo que lleva a que logren una música que, si no tiene ortodoxamente las bases estructuradas de los géneros a fusionar, si tiene la capacidad y el talento genial de un músico que llega a crear una
obra musicalmente interesante, aunque no tenga raíces de esa música”.
Gilberto Gutiérrez y Mono Blanco ven en los músicos jóvenes un semillero para el grupo y para el son, “sobre todo ahora que se está dando algo muy interesante” nos explica, “músicos que vienen de raíz y que están estudiando música; y el otro caso de músicos que están estudiando música y que se acercan a estudiar con los músicos de raíz, como es el caso del son jarocho”.
Esto, considera Gilberto, a la larga nos va a dar resultados que ya se han vivido en otros lugares como en Cuba, en Brasil o en Venezuela, “son países que ya pasaron por ahí pero que empezaron cincuenta años antes que nosotros; nosotros estamos apenas dando pasos que otros ya dieron hace mucho”.
A cada pregunta directa nos devuelve una respuesta directa. ¿Por qué crees que nos rezagamos? “Pues yo creo que en parte por televisa. Tenemos que rescatar nuestros espacios y nuestros foros tradicionales. Nosotros no nos vamos a liar a golpes con nadie por la paternidad de un evento, lo importante es que la gente haga suyos los espacios para que sea la misma gente la que se los reclame a los grandes consorcios que los vienen a corromper con sus esquemas de comercialización”.
“El son es una expresión popular.  No es sólo el son jarocho, hay son en todo México y en toda Latinoamérica. La gente tiene que hacer suyo el son para que éste perviva y esa es nuestra labor y nuestra preocupación como difusores de la música y del son, dárselo a la gente, regalárselos, obsequiárselos para que lo reconozcan como algo suyo, que lo sientan y lo hagan parte de ellos y de sus vidas como lo hacemos nosotros en Mono Blanco. No tienes que ser músico ni zapateador para disfrutar del son”.

viernes, 16 de noviembre de 2012

GABRIEL OROZCO, EL ARTISTA QUE HUYE, EN MOVIMIENTO PERMANENTE


Gabriel Orozco es un artista que huye.
Es un artista en movimiento constante, que construye sus propias realidades alternas a partir de la cotidianidad de los lugares en donde temporalmente habita. Huye de las construcciones visuales tradicionales para crear su propio y único lenguaje visual. De hecho huye de líneas discursivas desgastadas para crear alguna nueva definición, que escapa de las denominaciones genéricas del arte actual: conceptual, povera, ready made, minimalismo, arte-objeto; Gabriel Orozco no se permite encuadrar en llanas definiciones; es sencillamente, como lo describió el artista brasileño Hélio Oiticica, un ente inaccesible.
“Creo que un artista tiene la responsabilidad de crear un universo que contenga la complejidad y la inmensidad de la capacidad humana”, ha dicho Orozco, y esto lo transmite y proyecta en toda su obra, en la que replantea una y otra vez el papel de la cotidianidad y sus contenidos, sus objetos y la carga vital y emocional que de ellos emana.
Considerado uno de los diez creadores más influyentes del mundo, Gabriel Orozco nació en Xalapa, en 1962. Hijo del célebre muralista Mario Orozco Rivera, se forma en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM y en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, España.
En su obra, Gabriel Orozco busca comprometer las nociones convencionales de la realidad, poniendo a girar vertiginosamente la imaginación del espectador. “Lo importante no es lo que la gente ve en el museo”, dice Orozco, “sino lo que la gente ve después de mirar los objetos en un museo, es decir, cómo confronta después la realidad”. Para él, el arte debe regenerar la percepción de la realidad, enriquecerla y transformarla.
Desde el 9 de noviembre y hasta el 13 de enero próximo, el museo Guggenheim de Nueva York mostrará una colección de 2,400 objetos cotidianos recolectados y transformados en arte por el creador Xalapeño.
Como Nueva York, París, Berlín, Milán o Londres, han sido ciudades cuyas más prestigiadas galerías (el MoMA de Nueva York, el Kuntsmuseum en Basel, el Tate Modern en Londres y el Centre Pompidou en París) le han recibido. En todas ellas, Orozco reinventa el arte, ya no de la plástica sino de la percepción misma, mediante la redefinición y la búsqueda constante de la perpetua renovación de dichas percepciones. Más que transformar o replantear los objetos, Orozco irrumpe en ellos, en su esencia misma para darles esa resignificación que conlleva la construcción de un mundo sobre otro, alterno pero cotidiano.  
Hoy, Orozco mismo es pieza de cotidianidad, al lanzar una casa tequilera una botella de edición limitada a 400 unidades conmemorando al artista. La botella de tequila, que tiene grabada la emblemática obra de Orozco Black Kites convirtiendo el envase en una pieza de colección, fue elaborada con cristal y grabada manualmente con el famoso diseño del cráneo humano con textura de un tablero de ajedrez que muestra dos conflictos de la vida: la racionalidad y la incertidumbre. Dicha botella fue galardonada con el premio Gran Prix Strategies du Luxe, siendo así la primera pieza mexicana en conseguir este reconocimiento.
La obra de Gabriel Orozco requiere ser constantemente reinterpretada por sus espectadores. Es, como él mismo lo describió de su “caja de zapatos vacía” presentada en la Bienal de Venecia en 1993, (probablemente su obra más incomprendida, lo que puede ser mucho decir), ”una pregunta en sí, un recipiente vacío para ser llenado” cada vez por el propio espectador, huyendo así, una vez más, incluso de la percepción sedentaria.



jueves, 8 de noviembre de 2012

El chico de la viola verde


Entrevista y Fotos: Emilio Aburto Casillas.
Tendría nueve o diez años de edad cuando Yuri Inti Bullón Bobadilla se interesó por la música. “Asistí al concierto de una orquesta de cámara y quedé muy impresionado con su sonido”, nos cuenta con una peculiar sencillez que le es particularmente distintiva.
Ese mismo sonido que tanto le impresionó fue lo que le hizo elegir un instrumento de cuerda para ejecutarlo: “Elegí primero el violín y después, como un complemento, la viola, y resultó que me gustó más, me identifico más con ella, tanto que hoy estoy catalogado como violista”.
De hecho, a pesar de su juventud (apenas cumplió los 30 años) Yuri es Principal de  Violas de la Orquesta Sinfónica de Xalapa.  
Su paso de la música amateur al ámbito profesional se da poco a poco, de manera natural. Sin embargo, él considera que lo que marcó un cambio concreto en esta transición fue su ingreso a la Camerata Juvenil de la Secretaría de Educación, lo que hoy conocemos como la Orquesta Sinfónica Juvenil de la SEV.
Yuri reconoce la importancia que sus maestros han tenido en su formación musical: Erasmo Capilla, Roberto Lira, Rodrigo García Gama y Timothy McKeown, son los que con más énfasis considera que le han influenciado. “Y en el barroco, el maestro (francés) Mark Burbail, también lo considero mi maestro”. También menciona a quienes más le han inspirado: “Erasmo Capilla, sin duda. Erasmo Capilla y Teo Arias”.  
“Con Teo voy a tocar próximamente un dúo”, nos cuenta. Teo Arias es Primer Violín en la Orquesta de Bamberger, en Alemania. “Tocar con alguien a quien admiras es una sensación muy gratificante”, opina Yuri.
Yuri Inti ha tenido varias experiencias internacionales, una de las más importantes para él se dio recientemente en Perú, país que siente como su segunda patria, pues su padre es peruano.
“El hecho de que me hayan invitado a tocar en Perú ya es bastante significativo para mi, es hacer el debut en mi otro país, mi otra patria. Y además participar con un proyecto magnífico, una orquesta juvenil creada por el gran tenor de fama mundial Juan Diego Florez me dio mucha alegría y me sentí muy honrado de que les haya gustado mi viola verde. Además, el placer de haber tocado bajo la batuta de un director tan bueno, como es Case Scaglione, fue muy buena experiencia.”
Juan Diego Florez es un tenor peruano de reconocida fama mundial, cuyo padre solía acompañar con la guitarra a la célebre Chabuca Granda. El proyecto orquestal de Florez al que Yuri se refiere, consiste en una red de orquestas populares distribuidas en todo el país, con la participación de niños y jóvenes de escasos recursos, a réplica del modelo creado en 1975 por el compositor venezolano José Antonio Abreu. Por su parte, Case Scaglione, oriundo de Houston, Texas, es director asistente de la filarmónica de Nueva York, una joven promesa de la música norteamericana considerado uno de los más multifacéticos conductores de orquesta de su generación.
Yuri fue, además, uno de los dos únicos mexicanos seleccionados para formar parte de la primera orquesta de la página de internet youtube.
Yuri nos dice que fue algo bastante inesperado, pues en un principio ni siquiera en youtube sabían claramente lo que iban a hacer, es decir, la figura de la orquesta de youtube no se había definido si iba a ser virtual o en vivo. Cuando resulta la realización de un gran concierto el en Carnegie Hall de Nueva York, con una selección mundial de músicos, él consideró muy honroso ser seleccionado.
El casting para esta orquesta se realizó por video en dos estapas: la primera fué la selección al concurso, en la que el jurado estaba conformado por miembros de orquestas muy prestigiadas en el mundo, como las de Berlín y Viena; la segunda, fue la selección de los usuarios de youtube, quienes votaron los videos, lo que hizo muy peculiar a esta orquesta, la primera creada por internet.

Desafortunadamente, la embajada de los Estados Unidos en México le negó a Yuri Inti la visa de trabajo y, a pesar de haber sido seleccionado y de las gestiones de las empresas youtube y Google, no le permitieron asistir como músico en ese primer concierto y sólo pudo asistir como espectador.
“La experiencia fue grandiosa”, narra él mismo, “todas las grandes televisoras del mundo estuvieron presentes. Artistas de cine y televisión en la primera fila, todo plagado de cámaras de video amateur; era la primera vez que dejaban usar en el Carnegie Hall esas cámaras, a instancias de youtube”.
Conocedores de su situación, en youtube le permiten a Yuri concursar para la conformación de la segunda orquesta, a pesar de que los ganadores previos ya no pueden volver a participar. Inti demuestra su valía al resultar seleccionado una vez más y en esta ocasión tocó con la orquesta en la Ópera de Sidney, Australia, lo que le convierte, por su caso en particular, en el único músico en el mundo seleccionado en dos ocasiones consecutivas para dicha agrupación. En esa segunda ocasión fue el único mexicano seleccionado.
Para Yuri Inti fue una experiencia espectacular.
Yuri cuenta, además, con otra particularidad: su viola verde, que es tal vez un instrumento único en el mundo.
Existen instrumentos de colores hechos de fábrica, en serie, sin embargo la viola verde de Yuri es quizá el primero en su tipo, fabricada por un luthier. A diferencia de otros instrumentos, lo que tiñe su viola no es pintura, sino barniz de color.
El instrumento también es especial porque cuando lo vio Paquito de Rivera le encantó y de hecho intentó comprarlo. Le pareció que Yuri era algo excéntrico y, a la siguiente vez que vino a México, le pidió quedar con él porque quería algunos comentarios suyos pues, además de ser un Jazz-Star de primer nivel, Paquito de Rivera escribe cuentos y decidió escribir uno “cuyo personaje central es la viola verde acompañada por mi, no al revés, es la viola verde y yo”, puntualiza Yuri. Sin embargo, ese cuento no ha llegado a México, solamente se editó en los Estados Unidos.
Camilo Abrines, luthier uruguayo, es el fabricante de la viola verde. “Yo buscaba a alguien que fuera un buen luthier y que se atreviera a hacer algo así y él fue quien respondió a mi llamado”, nos narra, pues la idea del color de la viola es propuesta del propio Yuri, “y de entre otros constructores que yo conozco que tienen buen nivel, él fue quien aceptó.  Además es muy bueno, él es bueno y la viola es buena” reconoce. Y aunque nunca ha tenido ninguna oposición por parte de los directores por el uso de su viola, él mismo dice que en la Orquesta Sinfónica de Xalapa no la usa mucho, “porque literalmente es un lunar, entonces, la ocupo para cosas especiales, como solista o en orquestas de cámara”.
Hoy, Yuri está propuesto como director artístico de un nuevo proyecto musical del gobierno estatal, la Orquesta Filarmónica Juvenil del Estado de Veracruz,
Además, es maestro en la facultad de música de la Universidad Veracruzana desde 2009, a donde le invitan después de la primera orquesta de youtube. Ahí prepara a ejecutantes de violín y viola.
Aunque confiesa que en un principio no sentía interés especial por la docencia, “ya en la marcha me gustó mucho, porque sientes que estás transmitiendo lo poco que has aprendido a otra persona y es ayudarla, pero además motivarla a que siga cierta tradición musical y también es contribuir a que la cultura musical de mi estado y mi país sea mejor”.
Al enseñar, considera, hereda aquello que sus propios maestros le enseñaron y, por otro lado, procura evitar los vicios de los que él mismo fue víctima.
“Al menos tres personas de las que fueron mis maestros ya fallecieron y eso me hace también sentirme comprometido para transmitir lo que ellos me enseñaron”.

Al preguntarle sobre sus objetivos, Yuri Inti es muy simple y directo: “seguir siendo feliz”. 

domingo, 4 de noviembre de 2012

Fruta Negra, música en colores



Con un salto al vacío y sin paracaídas, como lo dice la letra de su canción “Como la vida misma”, así inicia la historia de Fruta Negra, un concepto musical novedoso conformado a partir de un par de locos y soñadores que un día decidieron que podrían “percibir el olor de la flor del naranjo antes de tocar el suelo”.
Jazzeros, blueseros, troveros, o más bien “una fusión, un poquito de todo” como nos dice Angélica Almanza, voz, alma y compositora de las letras de sus canciones. “Nos vamos un poco más por la trova cuando cantamos otras canciones, pero en las canciones nuestras siempre hay un toque de fusión en el arreglo que le hace René”, dice Angélica.
Para René Hernández, músico, arreglista y melodía del dueto, “la esencia de Fruta Negra es la convergencia de varios estilos que a mi me ha tocado como músico interpretar y traducirlos al concepto de la música de Angélica”.
Y es que la música de Fruta Negra no puede compararse con la trova mexicana actual o ni siquiera con la trova latinoamericana o la cubana, pues tiene segmentos blueseros, pero sin embargo la forma musical como tal no se remite a lo que ya es conocido, como nos lo expresa el propio René: “si hay una forma muy concisa, pero el hecho de que Angélica haya decidido crear a partir de una necesidad interna que no podía ya quedar dentro sino que tiene que desbordarse en forma de canción, yo lo tengo que interpretar de la manera más apegada a su esencia, a respetar cuál era el sentir de ella al hacer una canción y transportarla o redefinirla con lo que yo en poca o mucha medida pueda aportar desde mi experiencia como músico. Pero realmente pues es música original, yo creo que esa sería la etiqueta que más podría pegársele al concepto de Fruta Negra, o de la música que hace Fruta Negra”.
Si bien si se consideran fuertemente influenciados por los íconos de la trova clásica y la trova cubana, René se confiesa mayormente identificado con la música española, “con lo que ha hecho Miguel Ríos, Anna Belén y Víctor Manuel y sobre todo Joan Manuel Serrat; para mi ha sido una veta de disfrute, más que todo, de la música”, y considera que “por ahí yo creo que está la esencia de cuál es el concepto de Fruta Negra”.
Iniciaron bajo el nombre de Radio Berenjena, fruta de piel negra por la que derivó finalmente su denominación actual, “como la berenjena es negra y luego nos reclamaban que qué onda con ese nombre”, recuerda René Hernández y complementa Angélica : “ya ahí no solamente te quedas con la berenjena, ya puedes usar ahí la uva, la uva negra, que de repente me gusta más; la uva y luego algunos dicen que el aguacate y cosas así, pero nosotros mejor nos quedamos con la berenjena y la uva”, nos bromean.
Angélica Almanza y René Hernández son, además, pareja sentimental, elemento que en cada una de sus presentaciones, lejos de representar un obstáculo que aprender a salvar, se revela como un elemento más de cohesión en su música. El propio René nos dice que este hecho “no fue ni bueno ni malo sino todo lo contrario” para el concepto de Fruta Negra, mientras Angélica reflexiona: “yo creo que se pierden cosas, pero se ganan otras más; como ser humano se crece mucho, se aprende mucho y aprendes a querer a la otra persona también de otras maneras. Como digo, cambian las cosas, tantos años, tanto batallar, ponerse de acuerdo tanto en la pareja como en la música, pero a pesar de que a veces es tan difícil me gusta lo que estoy viviendo, me gusta mucho porque es un constante aprender, es un constante cambiar y cada vez vas dejando cosas que no te gustan y vas tomando cosas que te gustan para alimentarte como individuo, no tanto ya como pareja; entonces se aprende mucho, a mi me gusta”.
Sin duda, el trabajo de Fruta Negra en la difusión de su música ha sido, como lo describe René, el del picapedrero, “pero además un picapedrero con pico así chiquito de arqueólogo”, sin embargo, la retroalimentación con su público consideran que ha sido beneficiosa, pues “una música que no es común, una música que no se atiene a estándares de hechura comerciales, es difícil que tenga un público extenso”, pero “en las pocas personas que tienen la paciencia de sentarse y abrir tanto los oídos como el corazón a lo que se está expresando, hay una total aceptación al concepto”.
Angélica Almanza y René Hernández
Para saber quién es realmente Angélica Almanza, nos dice René Hernández, “te tienes que meter a sus letras”, pues en ellas “se describen situaciones, cosas que le han pasado a otras personas, cosas que le han pasado a ella, cosas que pasan en la vida de una ciudad, pero narradas desde esa perspectiva de una mujer con una intensidad, en emociones sobre todo; es música muy emotiva, son letras muy emotivas y es una mujer que no ha sido conforme con lo que hace, muy crítica de si misma”. René está convencido de que en algún momento va allegar la fecha en que la gente reconozca el trabajo de Fruta Negra y diga “ah mira, esto, además de que suena bien, tiene un contenido muy específico”.
Originarios de Ciudad Juárez, Chihuahua, ha sido en la ciudad de Xalapa donde sienten que su concepto musical ha madurado enormemente. Nos dice René que “Xalapa es un lugar muy difícil, pero también es un crisol donde uno puede transformar muchas cosas. Hay mucha gente con enorme talento, muchos de ellos con ganas de compartir sus conocimientos, yo me he enriquecido mucho de conocimientos aquí, yo creo que, en cuestión académica, yo le he sacado mucho provecho; Angélica tal vez le ha sacado más provecho en el plano del crecimiento interior y del desarrollo creativo”. Y a pesar de que, como ellos mismos lo describen, Xalapa es una ciudad burócrata y de servicios y no es un lugar turístico donde haya muchos lugares dónde presentar su música en comparación con otras ciudades, para ellos ha sido “un lugar de crecimiento”. “Mis mejores canciones nacieron en Xalapa”, afirma con absoluta convicción Angélica Almanza.
La música de Fruta Negra está, (“gracias a Angélica que le ha metido mucho a la difusión en internet y a las redes sociales”, explica René), fácilmente localizable en Myspace y en Soundcloud, donde se pueden escuchar todos sus temas, y a través de Facebook, asi, como Fruta Negra.

lunes, 18 de junio de 2012

CAÍN, A DOS AÑOS SIN SARAMAGO

Cuando en noviembre de 2009, José Saramago presentó su última novela publicada en vida, Caín, generó brotes de urticaria entre no pocos seguidores del Vaticano.

Las reacciones más febriles se dieron entonces entre las alas más conservadoras de la derecha portuguesa, las cuales resultaron más papistas que el Papa al solicitar incluso la “desnacionalización” de Saramago, quien a esas alturas ni se entristecía ni se acongojaba por aquellas vociferaciones, pues él mismo había dicho ya que escribía para “desasosegar”, lo que curiosamente funcionó con particular facilidad en el caso de algunos simpatizantes de la iglesia católica.

De hecho, el Vaticano mismo no se ocupa de dar mucho crédito a temas que, de por sí, están planteados como ficción, pero agrupaciones y jerarquías vinculadas suelen responder con mucha menos tolerancia a ciertos temas.

Así pues, a once años de la edición en español de El Evangelio Según Jesucristo, los conservadores del mundo no terminaban aún de rumiar su desasosiego cuando Saramago decidió estropearles nuevamente la digestión.

Ácido y provocador, José Saramago no dudó en aseverar que "La Biblia es un catálogo de crueldad y de lo peor de la naturaleza humana'' y sobre sus detractores específicos declaró que "a las insolencias reaccionarias de la Iglesia católica hay que responder con la insolencia responsable de la inteligencia", pues "no debemos permitir que la verdad sea ofendida cada día por los supuestos representantes de dios en la tierra".

Saramago siempre se declaró ateo: “no creo en la existencia de un dios... me parece aberrante creer en un dios… la religión nunca ha servido para acercar a los seres humanos... fue creada para juzgar, para utilizar la fe a conveniencia propia… sin ella tendríamos un mundo más pacífico”, aseveraba.

Saramago ya no añoraba la patria lusa, desde que la abandonó en protesta porque vetaron la presentación de “El Evangelio…” al Premio Literario Europeo en 1991. En el jardín de su casa en Lanzarote, (una isla española del archipiélago de las Canarias declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO), solía haber dos membrillos bautizados con los nombres de Antonio López y Víctor Erice, los cuales, por alguna razón (quizá paradójicamente atribuible a un fenómeno milagroso) no daban membrillos sino peras. “No he elegido el exilio, sino la emigración. Mis razones fueron similares a las de bastantes portugueses que también eligieron la emigración. No se encontraban bien en su país, y yo tampoco”, habría dicho.

De alguna manera, el autor expresaba lo que por miedo a la sumisión estaba proscrito; Saramago nos invitaba a “perder la paciencia” y se definía a sí mismo como “una persona que a pesar de los horrores que inventó el siglo XX todavía sueña con dignificar el porvenir”, pero para ello, afirmaba, “debemos propiciar todo el escándalo social posible para mejorar la vida, emprender una insurrección moral, ética, humana”.

Falleció el 18 de junio de 2010, pero al pasar la estafeta, José Saramago dejó dicho a las nuevas generaciones: “A ustedes los jóvenes les toca el deber, la responsabilidad y, por qué no decirlo, la gloria de llevar a la humanidad a la felicidad”. Después de todo, para él eso somos, “Una especie que gira sin hallar su horizonte, un proyecto inconcluso. Al parecer lo único que nos distancia en realidad de los animales es nuestra capacidad de esperanza”.

miércoles, 9 de mayo de 2012

La espina en la rosa

AUTOR DE ESTA ENTRADA: 
Lol-Ha Pérez Landa
Criminóloga con experiencia en victimología
criminologa.lol.ha@gmail.com


Que pena me da leer esta nota. Sucedió aquí a unos cuantos kilómetros de nosotros: una de tantas mujeres maltratadas, victima de la agresión de su cónyuge. Realmente es terrible observar los fenómenos sociales y psicológicos que acontecen en nuestra especie “humana”.
Rosa María, de apenas 20 años de edad, respondió al ataque de su hoy occisa pareja sentimental. Es curioso ver la ambivalencia en sus actos: por un lado escondió el cuerpo sin vida de su agresor, cual niña que mancha de tinta alguna prenda y la esconde debajo de su cama para que mamá no la encuentre, pequeña niña asustada por su travesura. Por otro lado, pude haber soportado insultos, golpes, amenazas, pero nunca el que le quitaran a su pequeña hija. Por cierto, que terrible desatino el de esta mujer quien fue capaz de privar de la vida a otro ser humano por no verse  alejada de su menor hija, ¡vaya día de las madres!… Realmente es un hecho lamentable para todos, y cuando me refiero a todos abarco a la familia de ella, de él, a su hija y a la sociedad; a las mujeres victimas de la violencia, pero sobre todo, a los pobrecitos hombres que golpean a sus familias creyéndose grandes, poderosos, indestructibles. Pobres machos inseguros, llenos de frustración y complejos. Pobres mujeres que no tienen el valor de elegir, porque sí pueden, sólo que no quieren. Esperan que otros elijan por ellas; no creo que ninguna mujer elija ser maltratada, humillada, ultrajada, despersonalizada. Ninguna mujer quiere ser golpeada, nadie quiere ser lastimada, pero no saben poner límites, no saben decir ¡No!.
Seria una irresponsabilidad de mi parte emitir una opinión cerrada con respecto a este caso o a la desatinada conducta de esta “mujer asesina”, sin antes hacer un estudio completo y muy complejo, un perfil criminológico que me permita conocer, entender y comprender sus causas, su historia de vida, su salud física y mental, así como las características de la ahora victima. Conocer los antecedentes de su infancia, de su relación de pareja y otros elementos exógenos, podría dar color a un caso que a la fecha se torna gris para una población indignada.
Pobres de los incomprendidos maridos golpeadores, nadie los entiende. Este individuo, que en paz descanse (espero), no deseó obviamente dejar de vivir, digo, quien quiere ser victimizado y menos por su esposa, pero resulta muy conveniente para un agresor otorgar a la sociedad una imagen de victima y no de victimario. Pues bien, ahora es un mártir, nadie lo recordará como un macho golpeador, así como nadie recordará a Rosa María, de apenas 20 años de edad, como a un ama de casa golpeada y maltratada, sino como a la desalmada mujer que mató a su marido, padre de su hija.

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viernes, 4 de marzo de 2011

Entre Belisario y Adolfo: Don José Iturriaga, el último sabio mexicano


Ejerció casi todos los oficios del mundo: desde sencillo obrero hasta excelso diplomático; del humilde aprendizaje del medio rural veracruzano, en la comunidad de Trapiche del Rosario, municipio de Actopan, a donde llegó de su natal Ciudad de México en los albores de su infancia a que su padre ejerciera como maestro rural, a sus honrosas aportaciones a las encomiendas oficiales en sitios tan distantes geográfica e ideológicamente, como el continente africano, la península ibérica o la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Recipiendario de innumerables homenajes y reconocimientos durante su prolífica vida a los que, con honesta modestia, consideraba “injustos por exceso de generosidad” de sus otorgantes, y los cuales expresaba recibir “con un sentimiento confuso en donde se haya mezclada la vergüenza y la satisfacción”, recibió, de hecho, en los años 2001 y 2010, (inevitable reparar  en la curiosa coincidencia numérica), las más altas condecoraciones civiles otorgadas por el Gobierno Federal y el Gobierno del Estado de su adoptado Veracruz, respectivamente: las medallas “Belisario Domínguez” y “Adolfo Ruiz Cortines”.

Probo y eficaz como servidor público, escrupulosamente honorable en el manejo de los recursos, virtud que él mismo no consideraba como tal, “sino una obligación de estricta moralidad irrenunciable”, profesaba la prevalencia imprescindible en todo funcionario del precepto de “hacer más iguales a los que nacieron desiguales”.

Filósofo, abogado, historiador, sociólogo, antropólogo, politólogo, economista, crítico de arte, literato, filólogo, bibliófilo, arquitecto, urbanista, agrónomo, diplomático, pero sobre todo, eficaz observador y crítico imparcial del devenir social, cultural y político de México, que a mediados de los años ‘70 del siglo XX fue testigo de la decadencia de un Estado benefactor y regulador, y de los logros y consecuencias de un sistema de “desarrollo estabilizador”; en este sentido, sus apreciaciones sobre la economía apuntaban ya entonces a la necesidad de que el Estado adelgazara su participación, para brindar más y mejores oportunidades de inversión a los empresarios nacionales.

“Nada daña más a la patria que la división de los mexicanos”, decía al tiempo que consideraba a Belisario Domínguez como “un apasionado de nuestra historia nacional” y no como un héroe instintivo, desconocedor del pasado de México, pues “bien sabía que el precio pagado por la paz interior que duró 35 años, era el de la sumisión a la voluntad del tirano”, aludiendo así al período en que Porfirio Díaz detentó el poder y al que Don José solía referirse como el tiempo del “liberticidio”. 

El hombre que, “por razones de aseo”, evitaba pronunciar el nombre de Victoriano Huerta, exaltaba “la profunda lección moral que Belisario Domínguez dejó a sus compatriotas, al sacrificar con heroísmo la propia vida por el interés de las libertades completas del hombre de carne y hueso, tan atropelladas por esa pesadilla histórica que nos impuso oblicuamente la nación imperial que gobierna al mundo”, refiriéndose a los Estados Unidos de América, pues consideraba al embajador Henry L. Wilson, junto con Huerta, como el asesino intelectual de Madero y Pino Suárez.
 
De hecho, en los trabajos de un ambicioso proyecto para analizar la postura de los legisladores de Estados Unidos frente a México y contextualizar las intervenciones de sus congresistas, (“México en el congreso de Estados Unidos”, Fondo de Cultura Económica, 1988) destacó la necesidad de “rascar las heridas que el transcurso del tiempo acabará por cicatrizar” y de recordar y conocer la profundidad, extensión y frecuencia de los pasados agravios como un deber, pero con “actitud constructiva y no rencorosa”, si bien durante su intervención al recibir la medalla “Belisario Domínguez” en la sede del Congreso mexicano, y recordando que “somos sus vecinos inmediatos, y no se ha fabricado una navaja lo suficientemente filosa para separar los tres mil kilómetros de frontera terrestre que nos unen a aquellos y trasladar nuestro mapa a la Polinesia o a los mares del sur”, retomó sus tesis en un tono más conciliador proponiendo que “tenemos que entender los mexicanos que debemos entendernos con nuestros vecinos y resolver los conflictos con ánimo sosegado y sin rencores procedentes del pasado”. Aseguraba que “a ellos conviene ser amigos de México y de los mexicanos” y que “a nosotros también nos conviene ser amigos de Norteamérica y de los Norteamericanos”.  

Como miembro de la Sociedad Mexicana de Estudios y Lecturas, junto con el poeta Octavio Paz, el filósofo Leopoldo Zea, el arquitecto Carlos Lazo, el geógrafo Jorge Tamayo, el historiador Arturo Arnaiz, el matemático Alberto Barajas, el pintor Raúl Anguiano, y el astrónomo Guillermo Haro, todos rebasando apenas la treintena de edad, José Iturriaga conoció a don Adolfo Ruiz Cortines cuando era gobernador de Veracruz, en la intimidad de una comida ofrecida en la llamada “Casa de Gobierno”. Años más tarde, siendo don Adolfo Presidente de la República, Iturriaga fungiría como su asesor en materia de cultura.

Congruente, sin duda, con el pensamiento ruizcortinesiano, se apegó fehacientemente y de motu proprio al precepto de fortalecer a su país mediante la fórmula del “trabajo fecundo y creativo”, como proponía don Adolfo, de discurso y de hecho, aún antes de ser presidente del país, desde que tomara posesión como gobernador de Veracruz en el emblemático Cine Radio de la ciudad de Xalapa; y habría, en justicia, que agregar “fecundo y febril”, anticipado a la amorosa heredad a su tierra de Francisco Morosini.

Así, pues, fue la obra de vida y de trabajo que nos legó el sabio Don José Iturriaga: fecunda, creativa y febril.

Don Pepe, como se permitía ser llamado cariñosamente, al recibir la medalla “Adolfo Ruiz Cortines” señaló como un privilegio el compromiso de los gobernantes de satisfacer las expectativas de los ciudadanos, y ser capaces de llevarlos a “un sitio invaluable de desarrollo y de bienestar, en el cual se erradique, de una vez por todas, la pobreza que, dicho sea de paso, -dijo-, es antiética y antiestética”. Y puntualizó: “(un sitio) en el que estén en constante crecimiento los índices de educación, de salud y, sobre todo, de empleo”.

Sin duda, entre el amplio abanico de materias de su vasto conocimiento, Iturriaga siempre expresó claramente cuál era su preocupación fundamental, al definirse a sí mismo como mexicanólogo: “Me ha preocupado un tema sobre todos los demás: éste es México, su pretérito, su presente y su futuro”. Esto le llevó a formularse constantemente cuestionamientos que él consideraba fundamentales por sobre todos los demás: “¿Nuestra identidad, nuestro ser como mexicanos, es un participio pasado o un gerundio? ¿Esa identidad está hecha o se está haciendo todos los días?”. Él mismo respondía: “En la medida de que nuestra identidad es lo que somos, nuestro ontos, como dirían los griegos, el dinamismo de nuestro ser, se construye todos los días con una identidad bien arraigada en nuestro fecundo pasado histórico”.

Desde la publicación, en 1951, de su obra más emblemática: “La estructura social y cultural de México”, libro de consulta ineludible sobre las correlaciones más relevantes de los elementos que nos conforman como país, Iturriaga arriesga un perfil de lo mexicano y nos invita a reconsiderar los elementos que influyen en nuestra dimensión cultural. Nos advierte que una nación “que no tiene conciencia propia y que por desmemoria ha dejado de percibir lo que en ella ha sido, está enferma, enajenada, porque al perder la noción de su pasado, carece a su vez de la noción de lo que es ahora, y sobre todo de lo que puede llegar a ser". 

El sabio Don José Iturriaga nos delegó, a su fallecimiento el 18 de febrero de 2011, la alta responsabilidad de validar en la práctica la siguiente reflexión: “Los mexicanos dejaremos de lado posturas doctrinarias inferiores a la noción y a la emoción de partes. Si no fuera así, el país puede desaparecer como nación autónoma, y el mundo quedaría trunco sin él, sin su fértil y grandioso futuro”.  

domingo, 30 de enero de 2011

Elogio de la Lectura y la Ficción

Puedes encontrar el texto completo en la pestaña de arriba, al incio del blog, "Elogio de la Lectura".
Ahí también encontrarás otro fragmento distinto de video.
Y si no lo has visto, hay uno más en mi página de Facebook. 
 

 

Al final del texto, hallarás un enlace a nobelprize.org, donde podrás ver el video del discurso completo, que dura 54 minutos. 

Puedes ver el discurso completo de 54 mins. en : 

http://nobelprize.org/mediaplayer/index.php?id=1416&view=2 

 



jueves, 11 de noviembre de 2010

Rostropovich frente al muro

11 de noviembre, veinte años atrás.

Es 1989, aproximadamente diez minutos pasados de las 13 horas, cerca de la conjunción entre el paralelo 52 y el meridiano 13, ahí, donde hacía dos noches el mundo separado por la intolerancia (¿qué otra fuente de sentimientos puede ser más desmembradora?) trataba desesperadamente de volver a unirse, martillazo a martillazo, tabique a tabique; golpe a golpe, verso a verso.

El muro que dividía al mundo en dos desde el centro de Berlín se desmoronaba bajo el asedio espontáneo de picos, martillos, manos y esperanzas. La humanidad estaba tan absorta en la magnitud del hecho, (en las grandes historias, en los sucesos dramáticos, en las trágicas incidencias, en los hechos sobrecogedores, en los episodios conmovedores), que estuvo a punto de perderse de la magia, de omitir las sutilezas que aterciopelaran la aspereza de la piedra caída.


Entre el barullo de la demolición iniciada la noche del 9 de noviembre poco después de Maitines en que los desconcertados guardias de los puestos fronterizos decidieron abrir todas las puertas de la ciudad ante el maremágnum incontenible de almas ilusionadas que acudían a hacer válido el yerro de Günter Schabowski, (quien tras leer en conferencia de prensa un proyecto de ley que abriría administrativamente el muro a partir de los siguientes días, titubeó ante la presión de los reporteros que preguntaron cuándo exactamente entraría en vigor dicha ley, farfullando “ab sofort” -de inmediato-, expresión que valió que todo Berlín y Alemania toda interpretaran lo que radios y televisoras expresaron: ¡El Muro está abierto!), se hizo paso la figura entusiasmada de un hombre mayor, más calva que cana, gesto esperanzado y ojos esperanzadores tras sus grandes gafas, corbata marrón sobre camisa blanca de rayas y bajo chaleco celeste, enfundado en traje oscuro y cargando una silla y un violoncello Stradivarius (el Dupont de 1711).    
A diez metros del Checkpoint Charlie, frente a un trozo de muro de entre cuyos grafitis resaltaba la imagen de un burdo Mickey Mouse, el golpeteo en la piedra cesó para permitir otra expresión sonora y, ahí, un ciudadano del mundo, Mstislav (Slava) Leopoldovich Rostropovich tradujo la sensación generalizada de felicidad colectiva en las notas dramáticamente melancólicas, orgánicas y entrelazadas con fluidez de la suite número 3 para violoncello de Johann Sebastian Bach que emanaban de su instrumento.

Llegó sin ceremonia ni aviso, se instaló junto al Muro y sin mayor aspaviento lo atacó melodiosamente, con la fuerza del instinto vital y vigoroso que le llevó hasta allí en ese momento, con la necesidad de participar de manera vívida, con sus propias herramientas, del acaecimiento que le liberaba en alguna medida de su condición de exiliado.

“Genio de la Música”, “Paladín de la Democracia”, “Músico de la Libertad”, tantas formas como había sido y sería llamado no resumían ni describirían lo único que él albergaba en ese momento en su alma tan claramente como “Un Hombre Feliz”.

Para cuando dio fin a los brillantes arpegios descendentes y ascendentes que culminan la pieza musical, Rostropóvich había impactado permanentemente al universo a su alcance inmediato, como más tarde lo haría con el resto del mundo conforme las imágenes y crónicas que rescataron ese instante maravilloso, se difundieran irradiando la magia creada.

Veinte años atrás, a las 13:10 del 11 de noviembre del annus mirabilis de 1989, Rostropóvich participó de la caída del Muro de Berlín, a golpes de arco y corcheas.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Calaveras de papel y tinta

Las variadas acepciones a las que llega a referirse el término “calavera”, -cuya diversidad nos puede llevar desde la designación del cráneo humano descarnado, limpio y muerto (vale la precisión), hasta los individuos a los que se aplica con la intención de apodo, festivo o vilipendioso pero que en ambos casos supone un exceso de vida (o de vivir), pasando por las melifluas expresiones de caramelizado arte en azúcar, chocolate y semillas diversas-, bien podría darle sugestiva tarea a los desmembradores de lenguas y exploradores etimológicos. 


Sin embargo, de entre todas, la tradición de las calaveras literarias es un buen ejemplo de la manifestación de la cultura popular como elemento que aglutina a una sociedad y le confiere identidad, pues lejos de pretender imponer una serie de valores, aspiran a reflejar el sentir colectivo mediante la crítica satírica o burlesca, expresada en versos festivos a modo de jocosos epitafios para muertos que permanecen vigentes y vivos que matar en broma.

Acompañadas de ilustraciones también denominadas calaveras, (que si bien hoy se limitan en mucho a caricaturizar personajes, en los grabados originales de artistas como Manuel Manilla y José Guadalupe Posada procuraban la síntesis gráfica de lo expresado en versos), las calaveras literarias deberán tener como característica distintiva la ligereza e irreverencia a las condiciones sociales y jerárquicas que, en su momento, les valieron la censura colonial que las sepultó en la clandestinidad hasta pasada la mitad del siglo XIX.

En el más estricto sentido rigorista, su composición tendría que estar conformada en cuartetas octosílabas de rimas con estructura a-b-a-b, pero su carácter de expresión eminentemente popular le brinda una permisividad mucho más amplia.

Hoy día, las calaveras literarias son versos satíricos que se dedican entre sí familiares, amigos y compañeros de trabajo o de escuela. Son una creación del pueblo para burlarse en vida de los políticos, los personajes públicos, hechos, cosas, la vida cotidiana y la misma muerte, a la que con aprecio y sin temor aplicamos los más juguetones apodos. 

martes, 26 de octubre de 2010

Invitar a nuestros muertos




 “Y aunque sea verdad no es cierto
y aunque tu foto han traído,
mentira que te hayas muerto
nomás estás fallecido.”
Canción: “En el altar”, fragmento.
Interpreta: Jugosos Dividendos.
Compositor: Rafael Campos.

El culto a los muertos (y al concepto y contexto de la muerte) tiene en nuestra percepción un arraigo cultural tan antiguo como el Mictlán.

El carácter festivo de su concepción se origina en la sociedad mexica, donde forma parte complementaria del ciclo cosmogónico natural y es vista como un despertar, como un renacimiento y no como el final.

De ahí que nuestra apreciación colectiva del proceso de la muerte, infiera que los muertos no se van del todo sino que, de alguna manera, permanecen entre nosotros para seguir compartiendo (o conviviendo, para expresarlo en términos más “vívidos”) en los devenires cotidianos.

Por ello es que año con año se les “invita”, como a los viejos tíos o a los primos lejanos, a compartir alimentos especialmente preparados y festejar con flores, aromas, cantos y algarabía la dicha de su visita.

De hecho, los aztecas tenían no una, sino al menos cinco fiestas principales durante el año en las cuales realizaban actividades de interacción “social” con sus muertos. Ninguna de ellas, por cierto, dedicada específicamente a Mictlantecuhtli, sino regidas por otras deidades alternas.

Esto se debe a que la principal advocación de la muerte entre los aztecas, representada por Mictlantecuhtli, era presencia común en la vida mexica de tal manera que, más que de festejo, era objeto de convivencia habitual.

Precisamente en esa cohabitación ordinaria con la presencia de la muerte reside nuestro hábito por el trato familiar y desinhibido hacia su imagen, al grado de haberla convertido en instrumento de bromas, testimonio de tradición y objeto de culto.

Así pues, de la celebración a Mictlantecuhtli a la adoración de la Santa Muerte, pasando por las catrinas de Posada y las calaveritas de azúcar, hasta las historias de elegantes damas que abordan taxis a media noche pidiendo corrida al cementerio y viejas tías fallecidas que deambulan por la casa de los abuelos, todo ello aderezado por los aromas y colores de incienso, comida, flores y papel picado, seguiremos procurando la presencia, más lúdica que solemne, de la muerte entre nosotros, pero particularmente seguiremos invitando a nuestros muertos a permanecer en la cotidianidad de nuestras vidas.

“-No me vengan a rezar-
dejó dicho a su compadre,
-silencio acá abajo hay mucho
mejor tráiganme desmadre-.”
Canción: “En el altar”, fragmento.
Interpreta: Jugosos Dividendos.
Compositor: Rafael Campos.


jueves, 21 de octubre de 2010

Cuando asesinamos a Paulette



Imposible no tocarlo. Y hacerlo precisamente ahora que el gobierno del Estado de México hizo pública su decisión de reservar por nueve años el contenido de los peritajes hechos por el FBI y otras instituciones en el caso de la muerte de la niña Paulette Gebara Farah. Hacerlo ahora precisamente porque, de todas formas, a nade parecía importarle ya.
El interés mediático en el caso se perdió desde hace mucho, desde que bajó significativamente el rating, ya no representa audiencia y por lo tanto dejó de ser interesante (entiéndase lucrativo) para los medios. Prostituyeron a Paulette después de muerta pero la asesinaron cuando dejó de ser moneda de cambio redituable.
Paulette se convirtió en el elemento redentor de la nota roja nacional, fue el caso que lanzó a la sección policíaca desde la profundidad de los diarios hasta la primera plana.
Nos habíamos vuelto de pronto insensibles a la violencia, el miedo se ocultó tras el velo de la indiferencia y las noticias de ejecuciones, secuestros, decapitados y balaceras se volvieron tan cotidianos que preferimos ignorarlos, borrarlos de nuestra mirada para no tener que enfrentar esa realidad.
Entonces llegó Paulette, con la posibilidad de sacarnos de nuestra penumbra y darnos una historia policiaca digna de seguir, como en las mejores series de televisión, un caso como los que no suceden en nuestro país, sino únicamente en los países del primer mundo, en España, en Austria, Inglaterra o Estados Unidos. Eso es, teníamos una historia que nos colocaba junto a las grandes potencias, a las grandes sociedades, con sus problemas y sus perversiones. ¡Al diablo con las historias tercermundistas! Nada de drogas, ni abuso de menores, ni tráfico de personas, ni balaceras, ni corrupción; no señor, ésos son problemas de Centro y Suramérica, de África o de Medio Oriente. Nosotros somos un país grande con problemas de gente grande, como psicópatas y asesinos en serie ¡Claro que sí!
Pero finalmente el asunto se tornó turbio y aburrido. Nuestras autoridades demostraron que no tienen la capacidad de resolver estos asuntos de gente grande con la presteza que los televidentes esperan de ellos. Mejor se lo hubieran dejado a El Pantera, ése sí se los hubiera resuelto luego luego. Y para acabarla de fregar entró al juego el sospechosismo, que si los compraron, que si son influyentes, que si ya tiene tintes políticos, en fin, otra vez problemas tercermundistas.
Y fue entonces cuando sucedió. Perdimos la sensibilidad, extraviamos la capacidad de conmovernos, nos olvidamos de reclamar justicia, “No, así no tiene chiste, mejor cámbiale de canal”. Fue entonces cuando asesinamos a Paulette… y todo para nada.